La abuela de mi abuelo (que en paz descanse), muerta a los 99 años de años cuando yo todavía estaba en vida, habló una vez con mi madre sobre su familia (la de mi madre y la mia, claro), y se ofreció a darle valiosos consejos sobre eso que llamamos vida. Por aquel entonces, cuando la abuela de mi abuelo era joven (tenía unos 90 años, na mas), mi padre estaba en Italia - como cualquier buen rumano que sale de su país en búsqueda de pan para su familia - trabajando en las todopoderrosas construcciones que tanto trabajo dan a los rumanos albañiles que llenan Europa de vida, esperanza y nuevos edificios bonitos. La abuela de mi abuela le dijo: "no dejes a Gabriel estar tanto tiempo fuera de casa, lejos de ti. Yo si fuera en tu lugar no me pasaría ni un día lejos del esposo. No ves que la vida es corta?" Está bien que eso lo diga alguien que padece alguna enfermedad terminal y se muere a los 50, pero que lo diga una tia de 90 años, que además se tomó otros 9 más para hacer sombra a la Tierra, me parece descarrado. Eso me hace pensar queridos amiguetes, que la vida - indiferentemente de cuanto hayas vivido siempre es corta. 99 años no son para tanto. Ni 100, ni 130, como aquella ciudadana de Hawaii que contaba a sus amigos noticias de fin de siglo XIX, experiencias vividas por ella, claro.
Y si tan corta es, por que coño tengo que estudiar 5 años una carrera y despreciar como el que más, mi juventud.
La respuesta, clara y sonora tiembla en mi cabeza, mordiendo con fuerza los cimientos sobre los cuales un día se sentó la razón: PARA TENER UN TÍTULO UNIVERSITARIO.
Así es, amigos, en este país, y en todos los demás parece que la felicidad la trae el estatus social de cada uno, y al parecer eso es algo mucho más importante que la vida misma.
P.S. Porfi, si alguien tiene los apuntes de Opinión Pública, que me los pase. Le estaré eternamente agradecido e incluso desde el más allá le mandaré mensajes de dulce felicidad y buena esperanza.
Buenas noches y buena suerte.
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